domingo, 1 de octubre de 2017

Nº 5. EL POLVO

“Menudo polvo” – jadeó ella, resoplido incluido. Cerró los ojos y embargada por un delicioso cansancio dejó que la memoria reciente de su piel,  húmeda todavía, recordara las contracciones placenteras que, una vez más, le insuflaran vida. Era como si  volviera a nacer y el mundo estuviera aún por estrenar. Se estiró y fue a encallar en las costas de él pero no había peligro de naufragio por profundo que fuera el abismo. Rememoró las manos masculinas que avanzaran  por su cuerpo erizando todo terreno a su paso; rememoró sus bocas que se encontraban tragando peces y toda la fauna marina, real o imaginaria; rememoró su sexo abriendo esclusa, convertido en río; rememoró el cuerpo de él dispuesto a no dejar resquicio que se interpusiera en el combate piel a piel; rememoró el abrazo en el que se abrasaron; y ……. sintió el sudor que la bañaba de los pies a la cabeza.


“Menudo polvo” – jadeó ella, resoplido incluido. Cerró los ojos  y disciplinada en su propósito se dispuso a dejar como una patena el salón. Estaba realmente sucio. Tres días llevaba la calima empadronada en la ciudad. Ella era de puertas abiertas y aunque contaba con un eficaz mosquitero que  protegía su casa de bichos no invitados, el aire que entraba dejaba generoso partículas que podían tomarse de una vez con las yemas de los dedos pulgar e índice. Se pertrechó con las toallitas para limpiar muebles, el plumero, un paño y un producto gelatinoso que aseguraba eficacia total dentro de lo temporal, claro está. Inició la tediosa tarea de eliminar la  epidermis blanquecina de mesas, sillas, estanterías, lámparas, sillones, butacones y demás mobiliario. Se juró  abrazar el minimalismo y volver a decorar el espacio para soltar todo aquello que requiriera de tan aburrido mantenimiento. Con la compañía de su música preferida concluyó el trabajo; y …..  sintió el sudor que la bañaba de los pies a la cabeza. Buena semana.

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