domingo, 8 de julio de 2018

Nº 45. EL LÁPIZ DE PUNTA BLANDA.


Ella trasteó por la mesa de trabajo. Se había despertado alegre, fresca, descansada. Habiéndole cogido la medida a  sus pretensiones se daba por satisfecha  por principiar el día de forma tan amable.
Ella dejó a un lado el portátil y abrió una carpeta que contenía bocetos de bocetos y algún que otro esbozo.
Ella sonrió. Le gustaba idear  una imagen y después perseguirla a base de borradores, rectas y curvas en consenso o disenso creativo hasta darle alcance en forma de silueta.
Ella saboreaba despacio el proceso creativo, prolongando el desenlace  todo lo que podía. Sabía que una vez concluida la delineación, toda variación estaría constreñida a los contornos prefijados. Por eso disfrutaba tanto al ralentizar la construcción de fronteras gráficas.
Ella observó los lápices que utilizara el día anterior. Le resultaba curioso lo contradictorio entre su apariencia y la tonalidad que parían. Tomó el lápiz duro para rellenar un dibujo inacabado  semanas atrás y que clamaba por alcanzar su fin. Repasó con un lápiz de punta suave los bordes y una vez ennegrecido el perímetro le dio por pensar que tal vez, la dureza vital,  a la larga, se disuelve en tonalidades borrosas de nebuloso e infausto recuerdo; mientras que lo trazado con el buen hacer de la serenidad,  alumbra aquello que resalta por su intensidad, externa o interna.
Ella se imaginó en sus tiempos de bruma, en medio de  tormentas físicas o de las otras y se sintió neblina también, trazo borroso que apuntara a su extinción. Volvió al carboncillo de punta blanda;  al sentir su tacto y la estela  viva que dejaba en sus dedos,  revivió momentos de sosiego en los que el bienestar no requería de un porqué o un para qué. Solo tocaba, entonces, entregarse al disfrute placentero mientras la vida se dejaba sentir en su versión de mayor intensidad, despejándose como si de incógnita para principiantes se tratara.
Ella dibujó durante  horas. Los lapiceros menguaron dando a luz nuevas formas a la búsqueda de colores Esa mañana en la que el tiempo había pasado de puntillas,  ella trocó en un lápiz de punta blanda dispuesta a que lo que quedara del día fuera digno de un buen subrayado. Buena semana.


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