Ella trasteó por la mesa de trabajo. Se había despertado alegre, fresca,
descansada. Habiéndole cogido la medida a sus pretensiones se daba por satisfecha por principiar el día de forma tan amable.
Ella dejó a un lado el portátil y abrió una carpeta que contenía bocetos de
bocetos y algún que otro esbozo.
Ella sonrió. Le gustaba idear una
imagen y después perseguirla a base de borradores, rectas y curvas en consenso
o disenso creativo hasta darle alcance en forma de silueta.
Ella saboreaba despacio el proceso creativo, prolongando el desenlace todo lo que podía. Sabía que una vez
concluida la delineación, toda variación estaría constreñida a los contornos
prefijados. Por eso disfrutaba tanto al ralentizar la construcción de fronteras
gráficas.
Ella observó los lápices que utilizara el día anterior. Le resultaba
curioso lo contradictorio entre su apariencia y la tonalidad que parían. Tomó
el lápiz duro para rellenar un dibujo inacabado
semanas atrás y que clamaba por alcanzar su fin. Repasó con un lápiz de
punta suave los bordes y una vez ennegrecido el perímetro le dio por pensar que
tal vez, la dureza vital, a la larga, se
disuelve en tonalidades borrosas de nebuloso e infausto recuerdo; mientras que
lo trazado con el buen hacer de la serenidad, alumbra aquello que resalta por su intensidad,
externa o interna.
Ella se imaginó en sus tiempos de bruma, en medio de tormentas físicas o de las otras y se sintió
neblina también, trazo borroso que apuntara a su extinción. Volvió al
carboncillo de punta blanda; al sentir
su tacto y la estela viva que dejaba en
sus dedos, revivió momentos de sosiego
en los que el bienestar no requería de un porqué o un para qué. Solo tocaba,
entonces, entregarse al disfrute placentero mientras la vida se dejaba sentir
en su versión de mayor intensidad, despejándose como si de incógnita para
principiantes se tratara.
Ella dibujó durante horas. Los
lapiceros menguaron dando a luz nuevas formas a la búsqueda de colores Esa
mañana en la que el tiempo había pasado de puntillas, ella trocó en un lápiz de punta blanda dispuesta
a que lo que quedara del día fuera digno de un buen subrayado. Buena semana.
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