domingo, 25 de noviembre de 2018

Nº 65 LA MORGUE


Ella no sabía si era de noche o de día, si dormía o velaba.
Ella vomitó y con esfuerzo titánico giró la cabeza para no besar el líquido putrefacto. Estaba acostada. Su cabeza no le pertenecía.
Ella contempló el espacio gélido, siniestro, frío que albergaba 51 camas metálicas en las que estaban depositados bultos envueltos en bolsas de plástico negro, glacial oscuro.
Ella percibió que 5 de aquellos fardos humanos inmóviles eran más pequeños. Se percató de que estaban ordenados por edades: 2 años, Paula, Tenerife, 16 de julio de 2018 rezaba la etiqueta que colgaba a los pies del envoltorio macabro y que inauguraba una procesión infernal e inerte que cerraba Andrei, 9 años , Almería, 4 de junio de 2018.Entre ambos, cuatro penitentes involuntarios más. Silencio. La infancia había sido asesinada.
Ella cerró los ojos. Deseaba que acabara la pesadilla. El aire trocó en el perfume intenso del sufrimiento.
Ella abrió los ojos y sin saber cómo, fue capaz de contemplar el lugar desde el techo. En el ala izquierda del lugar 46 tálamos de aluminio organizaban la estadística adulta del horror. Desde los 21 a los 90 años.
Ella no quería ver el espanto, ni oír el réquiem de la ilusión, ni oler el aroma avinagrado de la guadaña mortal, ni sorber el reguero de lágrimas suplicantes ni tocar el amasijo de carne en el que creía habitar.
Ella no sabía si era de noche o de día, si dormía o velaba .Hasta que cayó en la cuenta de que tenía una etiqueta que se balanceaba a sus pies. Era la primera víctima de la violencia de género reconocida oficialmente en España en 2018, era. Jennifer Sofía, 45 años, Tenerife, 20 de enero de 2018.
Ella no sabía si estaba viva o muerta. Llevaba mucho tiempo que vivía sin vivir en sí y que no esperaba alta vida y que finalmente murió porque la mataron. Buena semana.











domingo, 18 de noviembre de 2018

N 64 EL PAISAJE DESCONOCIDO.



Él se encontró ante un paisaje desconocido. Era un barranco que llegaba hasta la ciudad. Incontables fueron  las veces que había conducido por la carretera vieja trazada en paralelo al accidente geográfico recién descubierto e innumerables las veces que había transitado por la carretera nueva, la circunvalación que relegaba, aún más, la hendidura del terrero al campo de lo abisal.
Él retuvo en su retina el catálogo de verdes y ocres que se desplegaba, ante sus ojos,  como la más lograda campaña publicitaria otoñal. En algunos recovecos la arboleda formaba arcos vegetales, marco incomparable para selfies individuales o colectivos, empeñados en eternizar lo perecedero.
Él respiró la luz de noviembre en una jornada en la que había alerta por fenómeno meteorológico adverso con nombre propio, en este caso masculino; la lluvia llegaría en unas horas; el viento, previsiblemente, también. Pero en ese momento nada presagiaba las destructivas expectativas en aquel barranco que, perdida su naturaleza identitaria, la de “ dar al mar, que es el morir” por mor del progreso, había trocado en parque urbano por el que circulaban bicicletas y corrían atletas de la ciudad, amén de senderistas en búsqueda de caminos por recorrer.
Él había nacido en la urbe pero desconocía ese entorno del que había conocido que fue sitio emblemático en la defensa del lugar, siglos atrás. Con paso sereno anduvo los 9 kilómetros de un suelo, adoquinado por trechos; los márgenes quedaban enmarcados por las vinagreras generosas que curaban males no solo del respirar.
Él se reconoció en aquella sentencia clásica, el archiconocido “solo sé que no sé nada “  y, jiribilla como era, se atrevió a apostillar “ pero sé la nada que no sé”. Lo cual ya era algo.
Él, tras varias horas de caminata, sintió los goterones que empezaron a caer desde el cielo vestido de plomo. Tal como había anunciado la Agencia Estatal de Meteorología Lo que no estaba en el guión de ese día era el descubrimiento de unas raíces que daría lugar a  su debido tiempo a brotes que, como la vinagrera, sanaban algo más que el padecer respiratorio. Buena semana.


domingo, 11 de noviembre de 2018

N 63 UN, DOS, TRES…ATRACO.



Ella, niña, jugaba, entremezclada con más gente menuda en el parque infantil. Y jugar era correr, gritar, sudar, saltar y vuelta a empezar.
Ella, joven, trabajaba  pasando inadvertida en medio de la vorágine de los años .Y trabajar era ser eficaz, doble jornada, techo de cristal y vuelta a empezar.
Ella, mayor, disfrutaba  invisible para el etiquetaje social. Y disfrutar era hacer, deshacer, hablar, callar, pensar, sentir y vuelta a empezar.   
Ella, con el correr de los años, comprendió que el secreto de la felicidad estaba en la misma felicidad: que el goce de la luz del sol, de la presencia de los demás y de la maravilla de la0 respiración no requería de largo viaje pues se podía estar en contacto con todas esas cosas en cada momento del día. Por eso, al despuntar el alba o al asomarse el crepúsculo,  se convirtió en atracadora  del tiempo, obteniendo un sustancioso botín. Y atracar era sonreír, sonreírse, transformar, transformarse, manifestar, manifestarse.Buena semana.


domingo, 4 de noviembre de 2018

Nº 62. EL ENTUSIASMO.


Él, después de una larga y emocionante vida, había comprendido que el entusiasmo es condición necesaria pero nunca suficiente para cambiar el mundo a mejor. Buena semana.