domingo, 18 de noviembre de 2018

N 64 EL PAISAJE DESCONOCIDO.



Él se encontró ante un paisaje desconocido. Era un barranco que llegaba hasta la ciudad. Incontables fueron  las veces que había conducido por la carretera vieja trazada en paralelo al accidente geográfico recién descubierto e innumerables las veces que había transitado por la carretera nueva, la circunvalación que relegaba, aún más, la hendidura del terrero al campo de lo abisal.
Él retuvo en su retina el catálogo de verdes y ocres que se desplegaba, ante sus ojos,  como la más lograda campaña publicitaria otoñal. En algunos recovecos la arboleda formaba arcos vegetales, marco incomparable para selfies individuales o colectivos, empeñados en eternizar lo perecedero.
Él respiró la luz de noviembre en una jornada en la que había alerta por fenómeno meteorológico adverso con nombre propio, en este caso masculino; la lluvia llegaría en unas horas; el viento, previsiblemente, también. Pero en ese momento nada presagiaba las destructivas expectativas en aquel barranco que, perdida su naturaleza identitaria, la de “ dar al mar, que es el morir” por mor del progreso, había trocado en parque urbano por el que circulaban bicicletas y corrían atletas de la ciudad, amén de senderistas en búsqueda de caminos por recorrer.
Él había nacido en la urbe pero desconocía ese entorno del que había conocido que fue sitio emblemático en la defensa del lugar, siglos atrás. Con paso sereno anduvo los 9 kilómetros de un suelo, adoquinado por trechos; los márgenes quedaban enmarcados por las vinagreras generosas que curaban males no solo del respirar.
Él se reconoció en aquella sentencia clásica, el archiconocido “solo sé que no sé nada “  y, jiribilla como era, se atrevió a apostillar “ pero sé la nada que no sé”. Lo cual ya era algo.
Él, tras varias horas de caminata, sintió los goterones que empezaron a caer desde el cielo vestido de plomo. Tal como había anunciado la Agencia Estatal de Meteorología Lo que no estaba en el guión de ese día era el descubrimiento de unas raíces que daría lugar a  su debido tiempo a brotes que, como la vinagrera, sanaban algo más que el padecer respiratorio. Buena semana.


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