domingo, 24 de marzo de 2019

Nº 82 KILOS Y AZÚCAR



Él leyó el libro que tenía en sus manos” arbusto o  pequeño árbol de 2 a 4  metros de altura, muy ramificado, nudoso, de corteza rugosa, de verde a marrón , o gris claro; hojas grandes, enteras, de color verde intenso, nervios prominentes en el envés; flores axilares, de cáliz campanulado, de color verde pálido, que esconde el fruto o baya de verde a naranja al madurar” Después comprobó que tenía delante de sí un ejemplar que se correspondía con lo recién recitado. Continuó con la lectura en voz alta “Diferentes autores de obras sobre medicina popular canaria ofrecen múltiples beneficios de esta planta medicinal como diurética, espasmolítica, analgésica, anestésica, somnífera, oftálmica, antiasmática, antirreumática, laxante, dermática, antitumoral, tónico hepático, incluso afrodisíaca y antitumoral, etc..”. Cerró el libro y se limitó a mirar alrededor, siguiendo un ancestral consejo que le instaba  a comprobar la lejanía del mar antes de arrancar una planta medicinal. Así lo hizo y tras constatar que el mar brillaba por su ausencia, se agenció una buena porción de hojas con la que seguir regulando la diabetes.Usando este remedio junto a la medicina oficial estaba seguro de ganar la batalla.
Él pensó cómo desde pequeñito,,  ante un mundo tan amargo, su sangre se había rebelado pasándose de rosca con la glucosa; Y ante una sociedad tan falta de afecto hasta el punto de quedar famélico de amor, su cuerpo acumulaba capas de grasas como si de una cebolla se tratara.
Él ya no sabía muchas cosas porque había optado por olvidar gran parte de lo aprendido dado su inutilidad.. Pero comprendía lo esencial. Era un hombre sereno . Había aprendido que debía responsabilizarse de sí mismo. No esperara  que viniera a salvarle mujer alguna que le recordara lo valioso que era simplemente por haber nacido ni por intentar pavimentar cada día con los azulejos de la creatividad. Hasta una época reciente había confundido el reflejo de su imagen en los demás con sí mismo. Y hasta se lo creyó. Fue necesario que  su cuerpo le gritara que parara, que su mente construyera un muro de contención que estableciera límites saludables entre él y el mundo y que se reinventara. Y ahora con menos kilos de grasa y de glucosa, pasa más tiempo cerca de la naturaleza, descubriéndola y descubriéndose en ella. Buena semana.


No hay comentarios:

Publicar un comentario