domingo, 23 de junio de 2019
Nº 97.ELECCIÓN SOSTENIBLE
Aquella familia tomó posesión en la playa recién concluida la siesta. Desplegaba toallas sobre las que esperar la despedida del sol, los fuegos artificiales y compartir el ritual, que en su entorno era ancestral y con el que, metafóricamente, soltaba el lastre para continuar el viaje de la vida.
Los mayores recordaban cómo aprovechaban esta fiesta, tiempo atrás, para quemar los muebles y trastos a los que ya no les era posible prorrogar la existencia. Compartieron que era tradición mirarse en una palangana con agua para confirmar, si el agua no estuviera turbia, un año mas de vida; así como que las chicas saltaran el fuego para encontrar novio con el que casarse ; e incluso poner tres papas debajo de la cama (una pelada, otra a medio pelar y otra sin pelar ) para adivinar cuán próspera iba a ser el porvenir. ¡Eran tiempos donde la vida se vestía de fragilidad, la manutención femenina pasaba por un buen casamiento y la prosperidad escaseaba! Después, con el pasar de los años, empezó el espectáculo y las aglomeraciones costeras. Y a partir de un momento, engullido por la voracidad de la historia, se desbordó la celebración, reinando el despiste en relación al significado del encuentro festivo: la versión más aceptada era la que unía el nacimiento de San Juan Bautista con el solsticio de verano y por ende, con la noche más corta; dentro del contexto del cambio de calendario, por el que el juliano trocó en gregoriano; por eso, al principio de nuestra era y antes de que se aplicara una corrección, el solsticio de verano podía caer en el 23, 24, o incluso el 25 de junio.
Uno de los peques preguntó por esa palabra tan rara de pronunciar, SOLSTICIO. Y fue una joven del grupo quien le explicó que el solsticio de verano ocurre cuando el Sol, visto desde la Tierra, alcanza su máxima declinación Norte (+23º 27’) y su altura extrema a mediodía apenas cambia durante varias jornadas; solsticio significa SOL QUIETO; es el momento en el que empieza el verano en el hemisferio norte y el invierno en el hemisferio sur.
También hubo quien recordó cuando se puso de moda tirar objetos y comidas al mar para abandonar el pasado pesado y propiciar un futuro venturoso. ¡Qué facilidad tenemos los seres humanos para dejar nuestro destino en manos de ajenas! - concluía. A lo que apostilló la voz de la socarronería ¡Será en las del personal de basura!
La familia asistió a la exhibición pirotécnica, que brillaba en el cielo, mar adentro; fue, como era habitual, espectacular; pero por primera vez, silenciosa, en deferencia a las mascotas del lugar; los mayores se bañaron en la orilla, los jóvenes tiraron para el concierto, la chiquillería jugaba. Después, las distintas generaciones, se fueron sin dejar en el espacio que ocuparon ningún añadido a lo que encontraron a su llegada. Bien al contrario, depositaron en la papelera alguna colilla y otros objetos sedentarios no identificados abandonados; restos como rémoras.
Hubo quien se marchó con mas ligereza, hubo quien cargó con su pesadez, cuestión, en ambos casos, de elección. Y cada cual siguió construyendo su vida con los materiales de su elección, depositando sus escombros, también de su elección, en los puntos limpios habilitados para tal efecto. Si era esa su elección. Buena semana.
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