Despertar con ganas de bajarse de la cama o de gozar un poco más del dulce
o picante duermevela. Saber que el arraigo es una concatenación de momentos;
instantes que con el paso del tiempo se ubican en
distinto orden, una vez, otra, otra y así hasta que el cuerpo aguante.
Comprender que a veces se florece y otras crece la raíz. Cincelar la sonrisa sabia y genuina,
sin otra pretensión que la del agradecimiento por estar presente otro día más.
Acariciar con placer la piel ajena. Temblar de gusto ante el roce del amor. Pavimentar
cada día con el suelo de la serenidad y el entusiasmo en dosis variable según
la ocasión por estrenar. Plantar la semilla que devendrá en lo que hoy es
utopía. Descansar de la vigilia. Soñar lo vivido y lo porvenir. Decidir si se
quiere encontrar los tres pies al gato o dejarlo marchar lisiado. Vivir. La concreción de las
variaciones gramaticales de voz, modo, tiempo, aspecto, número y persona de
estos infinitivos es la tarea individual y colectiva por excelencia. Buena
semana.
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