Ella está cansada de rellenar tantos cuestionarios. Si las
nuevas tecnologías son tan eficaces como se publicita, no comprende que haya
que repetir los mismos datos una y otra vez. Había oído decir que estamos bajo
el control total de un grupo de personas que a golpe de clic construyen y lo
que es peor, deconstruyen cuanta vida se menea. Pero ella no es proclive a las
conspiraciones. De hecho, si padeciera algún rasgo patológico no sería la
paranoia. Considera poco probable que la humanidad no tenga otra prioridad que
la de realizar un concienzudo seguimiento de su andar. Incluso a pequeña escala
desestima la posibilidad de que en su entorno social o laboral fuera objeto de
atención preferente. Tal vez, el hecho de que ocuparse de su vida le consuma
casi todas su energía, contribuya a ese desapego, inteligente o torpe, pero
distanciamiento real al fin y al cabo. Por esto mismo le cuesta comprender el
derroche de creatividad de quienes activaban el modo GPS para registrar el
movimiento de sus semejantes.
Ella se arma de paciencia y se centra en el folio que,
trocado en escalpelo, hurga en sus raíces, tronco y ramas. Veinte minutos más
tarde entrega su vida en datos cualitativos y cuantitativos experimentando un
cierto desasosiego, como si aquella hoja de apariencia inocente en realidad
fuera una ventana indiscreta que diera acceso a su intimidad. Seis años lleva
estudiando en el mismo centro y cada inicio de curso el mismo ritual:
descomponerse en qué, dónde, cuándo cuánto y demás interrogantes que se supone
otorga a la mirada lectora las claves para conocerla. En fin, ella tiene una
duda razonable de la efectividad del medio pero no será quién genere polémica.
Así, conciliadora con la burocracia, cumple con la tarea propia de un
amanuense; afortunadamente al ser hija única, en lo que respecta a la cantidad
de hermanos, varones o hembras y el lugar que ocupa., lo tuvo fácil. Solo
contesta “ un piso de 60 metros cuadrados”. Buena semana.
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