Ella no lograba enfocar las letras que danzaban y se volvían borrosas según el libro que las contenía sujeto entre sus manos, variara en la distancia que lo separaba de su mirada; esta intentaba una y otra vez fijar la vista y leer lo escrito.
Ella cerró el libro y el titular desde la portada, un título de seis palabras, cinco en negro, una en celeste llegó a su pupila sin dificultad.
Ella leyó en voz alta “LAS CARICIAS QUE NO ME DISTE” y tirando hacia arriba descifró el nombre de la autora Elizabeth López Caballero, escrito en letra rectangular, escrito en blanco sobre fondo oscuro y sugerente.
Ella se dijo que tendría que revisar la graduación de su gafas pues desde hacía cierto tiempo había renunciando de forma paulatina y casi imperceptible al placer de la lectura, cansada de luchar y perder a la hora de localizar el ángulo que le permitiera comprender las palabras escritas.
Ella cerró los ojos y se recostó en el sillón de piel marrón, su favorito. Resbaló un poco por la agradable superficie mientras deslizaba por su mente las palabras que él le dijera la noche anterior y que volvían, en modo noria, una y otra vez.
Ella unió la punta del dedo pulgar y el índice haciendo pinza y de forma casual pellizcó la mejilla derecha. Enderezó la cabeza y retomó la lectura en la página 157 .La protagonista con un asertivo “Será para bien” clausuraba el capítulo.
Ella tenía el libro a la altura del codo que hacía de base de una pendiente cuya cumbre estaba formada por los dedos pinzados.El codo también podría ser contemplado como el final de un recorrido en tobogán que se iniciara con el pellizco del cachete.
Ella reparó, entonces, que había encontrado la distancia adecuada para que la historia que se desarrollaba entre las páginas del ejemplar que sostenía, tuvieran sentido y no solo forma. No sabía qué era la distancia de Harmon cuyo dato morfológico supone, a menudo, una referencia que se corresponde con la distancia de lectura y escritura en la cual la persona debe leer sin dificultad.
Ella saboreó un agridulce menú de palabras por las hojas que fueron a dar allá por la página 190 en el vocablo FIN. Una vez satisfecho el placer de la lectura anduvo por las calles adoquinadas de una ciudad querida a donde el afecto le trajo para pasar unos días. Sentía la forma de las piedras a través de su calzado y mientras intentaba dibujar en su mente la geometría pétrea que se extendía a sus pies reflexionaba sobre la dificultad humana para encontrar la distancia adecuada a la hora de abordar pensares y sentires, propios y ajenos. Tal vez no era solo cuestión del mensaje sino de la posición, física y mental, desde la que se recibiera ; quizás habría que determinar una distancia de Harmon a nivel emocional; es posible que de esta guisa mejorara la agudeza visual, la capacidad de acomodación y nuestro comportamiento binocular endofórico o exofórico enfocara a favor de la felicidad, individual y colectiva. Habría, pues, que revisar la graduación de las emociones. Buena semana.