Ella pasó, una vez más, la velada callada, temerosa de meter la pata; aunque poseía una cultura media, no se sentía capaz de hacer un comentario ocurrente. A veces, las palabras se atascaban en su boca como polvorón de Navidad engullido a palo seco. A veces, de su mente bajaban ideas ingeniosas que burbujeaban en su lengua hasta que se evaporaban. Escuchaba con mucha atención los comentarios del resto de comensales. Realmente su atención era plena, tanto, que podía leer los labios y comprender sus mensajes aún cuando se suprimiera el sonido de los vocablos pronunciados. Tal era la presión que optó por no decir nada. Especialmente después de aquella vez en la que se aventuró a comentar sobre la corrupción política del país. Sus palabras fueron fulminadas por una catarata de menosprecio que le hizo vivir en diminutivo a lo grande. Él dijo “Menuda gilipollez, qué sabrás tú de política…mira que eres necia” .Ella comprendió que la opción era callar, sonreír, elegir el vestuario adecuado para la ocasión, ése que realzara sus generosas curvas y ocultara los kilos de más. Y acompañar a su pareja, alma de su vida , sentido de su existencia, la razón por la que vivía cada día. "No era perfecto" - se decía-"pero quién sí" era. Era un poco Bestia pero allí estaba ella para ser Bella por los dos….
Ella, con algo de suerte no formaría parte del obituario siniestro de muertas a manos de su pareja. Por desgracia, ya engrosaba la estadística de muertas en vida, ese listado brumoso que volvía invisible a las personas y que, por no contar, ni siquiera se recogía en dígitos. La lista etérea de la cotidianidad donde en sus señas de identidad primaría su sexo sobre su intelecto, la sumisión sobre la libertad, la traición sobre la sororidad, la limpieza sobre el aire fresco y el silencio sobre la voz. Ella, por el momento, desconoce la existencia de veladas placenteras. Cuando se acercó la dueña del restaurante a saludar y preguntar si todo estaba correcto, ella desconoce, también por el momento, que esa mujer poderosa, segura, a todas luces elegantemente atractiva, pasó muchos años de veladas sin voz hasta que aprendió a hablarse , hasta que aprendió a hablar. Buena semana..
Ella, con algo de suerte no formaría parte del obituario siniestro de muertas a manos de su pareja. Por desgracia, ya engrosaba la estadística de muertas en vida, ese listado brumoso que volvía invisible a las personas y que, por no contar, ni siquiera se recogía en dígitos. La lista etérea de la cotidianidad donde en sus señas de identidad primaría su sexo sobre su intelecto, la sumisión sobre la libertad, la traición sobre la sororidad, la limpieza sobre el aire fresco y el silencio sobre la voz. Ella, por el momento, desconoce la existencia de veladas placenteras. Cuando se acercó la dueña del restaurante a saludar y preguntar si todo estaba correcto, ella desconoce, también por el momento, que esa mujer poderosa, segura, a todas luces elegantemente atractiva, pasó muchos años de veladas sin voz hasta que aprendió a hablarse , hasta que aprendió a hablar. Buena semana..