El se acercó, sigiloso, al pozo, cuya polémica
radicaba en que sus paredes estaban construidas con huesos humanos El
controvertido objeto formaba parte de una exposición artística que indagaba en
lo que permanece oculto a pesar de su visibilidad e inevitabilidad.
Él leyó una a una la información que orientaba sobre el significado de cada instalación, holografía, cuadro o documento de la testamentaría expuestos. Se entretuvo en la contemplación de un dibujo enmarcado a medio desembalar, en los picos y plumas de las aves inmortalizados en imágenes en blanco y negro, obras cuyo título sugerían un parentesco óseo con la autora. La muerte rondaba aquel hacer del arte.
Él no tenía claro si había un más allá o un más acá. Décadas atrás había decidido acompasar su ambular al ritmo vital sabiendo que tras la tormenta llegaba la calma. De igual forma había experimentado la ausencia física tras el óbito de un ser querido. Y desde las entrañas había asumido que la vida continúa y que un día habitaría, incorpóreo en el corazón de quien le amara.
Él no era dado a la nostalgia; pero revivía, de vez en vez, a quien amó y por quien fue amado; a golpe de recuerdo, prendía una llama interna que dependiendo del pabilo trocaba en rostro de nombre olvidado, olor, mirada o sonrisa.
Él salió de la exposición. Caminó por las calles adoquinadas. Había llovido. El suelo, rugoso, brillaba.
Él rescató de su memoria infantil cuándo se percató de las miradas de sus mayores que arrastraban una triste complicidad en la que anidaban los pájaros y lucían las flores del refrán.
Él podía oír, todavía, como si de la primera vez se tratara, la enigmática “hay ropa tendida” que daba lugar a una frágil normalidad.
Él se instaló mentalmente ,en el salón de sus niñez cuyos muebles invitaban al encuentro; escrutó cada hueco de la estancia y no halló respuesta que cobijara ave, flora o colada al viento.
Él descubrió entonces, que también en la palabra venía a morir la vida en forma de silencio. Buena semana.
Él leyó una a una la información que orientaba sobre el significado de cada instalación, holografía, cuadro o documento de la testamentaría expuestos. Se entretuvo en la contemplación de un dibujo enmarcado a medio desembalar, en los picos y plumas de las aves inmortalizados en imágenes en blanco y negro, obras cuyo título sugerían un parentesco óseo con la autora. La muerte rondaba aquel hacer del arte.
Él no tenía claro si había un más allá o un más acá. Décadas atrás había decidido acompasar su ambular al ritmo vital sabiendo que tras la tormenta llegaba la calma. De igual forma había experimentado la ausencia física tras el óbito de un ser querido. Y desde las entrañas había asumido que la vida continúa y que un día habitaría, incorpóreo en el corazón de quien le amara.
Él no era dado a la nostalgia; pero revivía, de vez en vez, a quien amó y por quien fue amado; a golpe de recuerdo, prendía una llama interna que dependiendo del pabilo trocaba en rostro de nombre olvidado, olor, mirada o sonrisa.
Él salió de la exposición. Caminó por las calles adoquinadas. Había llovido. El suelo, rugoso, brillaba.
Él rescató de su memoria infantil cuándo se percató de las miradas de sus mayores que arrastraban una triste complicidad en la que anidaban los pájaros y lucían las flores del refrán.
Él podía oír, todavía, como si de la primera vez se tratara, la enigmática “hay ropa tendida” que daba lugar a una frágil normalidad.
Él se instaló mentalmente ,en el salón de sus niñez cuyos muebles invitaban al encuentro; escrutó cada hueco de la estancia y no halló respuesta que cobijara ave, flora o colada al viento.
Él descubrió entonces, que también en la palabra venía a morir la vida en forma de silencio. Buena semana.
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