domingo, 4 de febrero de 2018

Nº 23. LA LISTA INTELIGENTE


Ella recogió el equipaje de la cinta mecánica. Había tardado un poco en salir. Había habido mucho tráfico aéreo ese día. Era el final de un  puente ansiado , especialmente por parte  de la población, etiquetada como activa.
Ella regresaba de pasar unos días con personas queridas, en otro país, no muy lejano del suyo pero sí lo suficientemente distante para que la sonoridad de su lengua la transportara a una forma exótica, para ella, de mirar y decir lo mirado. Llevaba varias jornadas en las que los carteles informativos se le antojaban jeroglíficos intrincados accesible únicamente a una aristocracia de la grafía.
Ella, ahora encajaba palabra y significado de forma natural y sintió el alivio que supone el saber. Por unos instantes se puso en la piel de las personas que en ese mismo instante estuvieran ante un mensaje sonoro o escrito sin poder descifrarlo, aunque le fuera la vida en ello.
Ella sintió miedo.
Ella, repuesta del susto, se dirigió al aparcamiento donde dejaba a buen recaudo su coche cada vez que realizaba escapadas de pocos días.. Le hacía sentirse segura reconocer el trayecto que la llevaría hacia su automóvil, una vez concluido el viaje. Era una comodidad recién descubierta y que le evitaba depender de la exactitud en los  aterrizajes de unos artefactos sobre los que no tenía el más mínimo control. También le satisfacía al hogar donde su familia estaría en una rutina en la que se integraría pues era rutina aceptada y compartida.
Ella arrancó el coche y dos rampas ascendentes más tarde, se encaminaba hacia su  quehacer habitual, con sus gestos cotidianos; incluso el familiar ceño fruncido  que hablaba de un momento de seria reflexión retornó a su frente.
Ella sonrió. Durante el último destino, se había contemplado como otra persona. No mejor o peor que la actual: ni siquiera más feliz o infeliz. Simplemente, diferente. ¡Y qué bien le había sentado esa muda temporal de piel!. En un gesto automático deslizó su mano derecha hacia la guantera y acarició la lista de cosas que estaban por hacer; no porque respondiera a la presión de una enfermedad terminal o catástrofe similar. Había mucho realizado ya y mucho aún por llevar a cabo. Recordó en ese momento cuando se planteó lanzarse en parapente. Cinco años estuvo preparando la realización del deseo; Y de eso habían pasado cinco años más.

Ella llegó al hogar. Su familia reconoció la sonrisa de felicidad en su faz. Ella era feliz al regresar porque ella había sido feliz al irse para cumplir un sueño que desaparecía bajo un tachón y daría  paso a otras palabras, estas sí conocidas, paridoras del más genuino  bienestar.. Buena semana.

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