Ella recogió el equipaje de la cinta mecánica. Había
tardado un poco en salir. Había habido mucho tráfico aéreo ese día. Era el
final de un puente ansiado ,
especialmente por parte de la población,
etiquetada como activa.
Ella regresaba de pasar unos días con personas
queridas, en otro país, no muy lejano del suyo pero sí lo suficientemente
distante para que la sonoridad de su lengua la transportara a una forma
exótica, para ella, de mirar y decir lo mirado. Llevaba varias jornadas en las
que los carteles informativos se le antojaban jeroglíficos intrincados
accesible únicamente a una aristocracia de la grafía.
Ella, ahora encajaba palabra y significado de
forma natural y sintió el alivio que supone el saber. Por unos instantes se
puso en la piel de las personas que en ese mismo instante estuvieran ante un
mensaje sonoro o escrito sin poder descifrarlo, aunque le fuera la vida en
ello.
Ella sintió miedo.
Ella, repuesta del susto, se dirigió al aparcamiento
donde dejaba a buen recaudo su coche cada vez que realizaba escapadas de pocos
días.. Le hacía sentirse segura reconocer el trayecto que la llevaría hacia su
automóvil, una vez concluido el viaje. Era una comodidad recién descubierta y
que le evitaba depender de la exactitud en los aterrizajes de unos artefactos sobre los que no
tenía el más mínimo control. También le satisfacía al hogar donde su familia
estaría en una rutina en la que se integraría pues era rutina aceptada y
compartida.
Ella arrancó el coche y dos rampas ascendentes
más tarde, se encaminaba hacia su
quehacer habitual, con sus gestos cotidianos; incluso el familiar ceño
fruncido que hablaba de un momento de
seria reflexión retornó a su frente.
Ella sonrió. Durante el último destino, se había
contemplado como otra persona. No mejor o peor que la actual: ni siquiera más
feliz o infeliz. Simplemente, diferente. ¡Y qué bien le había sentado esa muda
temporal de piel!. En un gesto automático deslizó su mano derecha hacia la guantera
y acarició la lista de cosas que estaban por hacer; no porque respondiera a la
presión de una enfermedad terminal o catástrofe similar. Había mucho realizado
ya y mucho aún por llevar a cabo. Recordó en ese momento cuando se planteó
lanzarse en parapente. Cinco años estuvo preparando la realización del deseo; Y
de eso habían pasado cinco años más.
Ella llegó al hogar. Su familia reconoció la
sonrisa de felicidad en su faz. Ella era feliz al regresar porque ella había
sido feliz al irse para cumplir un sueño que desaparecía bajo un tachón y daría
paso a otras palabras, estas sí
conocidas, paridoras del más genuino bienestar.. Buena
semana.
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