lunes, 11 de junio de 2018

Nº 41. LA FLEXIBILIDAD.



Ella giró sobre sí. Seguía las indicaciones de  la monitora, en aquel taller de baile, que se retorcía en cada paso. A pesar de ser una mujer corpulenta, al ritmo de la música de los tambores, su figura se desdibujaba rompiéndose y recomponiéndose en pocos segundos.
Ella sintió el calor del sol en su piel blanca. Tenía sed. Pero se resistía a dejar la improvisada pista  en donde       música, danza, sudor y alegría se mezclaban en alegre silueta móvil.
Ella intentaba copiar los gestos de la mujer alta, ancha, negra que, risueña invadía el espacio a golpe de movimientos cimbreantes y sonrisa amplia.
Ella repetía la letanía gozosa y su cuerpo se volvió volcán. A su lado, otras personas de similar o diferente edad a la suya componían una efímera coreografía en la que cada cual tenía su lugar.
Ella creyó que flotaba cuando tras tocar el piso , levantó el pie derecho con una fuerza desconocida pero que fluyó con naturalidad. No había competición, solo ganas de danzar. No había comparación que catalogara lo diferente como deficiente; solo había creatividad.
Ella trocó en junco y, flexible, comprendió que lo mismo besaba el suelo que tocaba el cielo. A fin de cuentas, la vida era bailar y cuanta más flexibilidad, más posibilidad de saborear la cadencia propia y ajena. Buena semana.


No hay comentarios:

Publicar un comentario