Ella introdujo la llave en la cerradura y cerró la puerta dando dos vueltas.
Ella ajustó la cinta a su pelo e inició un trote ligero que pronto devino en carrera.
Ella se desplazaba a una velocidad moderada en la que se sentía cómoda y que le permitía contemplar el paisaje que alcanzaba y dejaba atrás a ritmo constante.
Ella había aprendido a disfrutar de esa media hora diaria en la que trocaba en pies voladores. Recorría los espacios habituales pero a cámara rápida y sentía el aire fresco de la mañana como una caricia estimulante que le insuflara el aliento para vivir el día con energía creadora.
Ella era libre de correr por donde quisiera. Prefería el amanecer porque su cuerpo respondía al ritmo solar. Había probado otros horarios que descartó tras el intento poco satisfactorio. Hasta que encontró su momento.
Ella conocía a muchas personas que practicaban también esa suerte de atletismo no competitivo.
Ella agradecía el empeño, afortunadamente, ya normalizado de los millones de seres humanos que tiempo atrás apostaron porque la calle, el día y la noche fueran patrimonio del bien común de la humanidad, sin distinción de sexo. Y al ganar, ganamos.
Ella, cada vez que calzaba sus zapatillas deportivas, dispuesta a patear pataleando, los parques y calles de su ciudad, se acordaba de quienes, conocidas o anónimas, se atrevieron a ser mujeres libres y murieron en el intento; rememoraba a todas las mujeres que, abriendo la puerta, decidieron, contra todo pronóstico, que una parte de su tiempo estarían zascandiando. Ella conocía la mentalidad mezquina que hizo víctimas a sus semejantes,al estudiar Historia. Eso había ocurrido en otra época,En la que las mujeres corrían por miedo. En cambio, a ella le habían enseñado , desde pequeña, en casa y en la escuela a correr sin miedo Y no solo a ella, sino a ellas y a ellos.
Ella vivía como persona. Y por eso, corría, segura, independiente, feliz, a cualquier hora que decidiera, por cualquier lugar que se le antojara. Ir sola o acompañada era totalmente contingente. Se asumía la afortunada ecuación entre lo que era y lo que debía ser. Y la humanidad fue más humana . Colorín, colorado...este cuento no ha acabado. Buena semana.
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