domingo, 27 de enero de 2019

Nº 74.EL ATASCO



Él estaba en medio del atasco  que había terminado por incluirse en la rutina que le llevaba al trabajo  y le traía de vuelta a casa. Cada día laborable tenía doble ración de parar, avanzar poquito y cambiar de carril ya fuera a la derecha o a la izquierda, siempre que hubiera una promesa de avance en el lento y tedioso discurrir. Y mientras tanto, amanecía cuando el viaje era de ida y anochecía cuando era de vuelta.
Él estaba agobiado de tanto coche, tanta tensión (hubiera accidente o no) y ansiaba encontrarse en un paisaje remoto, sin tanta complejidad.
Él fantaseaba cuando el estío le hastiaba; entonces,  ansiaba  estar en un paisaje nevado, al abrigo de una buena estufa, esquiando, abrazado por un refrescante manto blanco. Cuando era el invierno el motivo de su angustia, anhelaba con todas sus fuerzas el calor del desierto, la sencillez del paisaje arenoso, el cielo que de tan azul, dolía a la vista. La fantasía era su diversión, única diversión.
Él era un hombre de extremos
Él habitaba en la exageración.
Él tenía una  manera de hablar que circulaba por las autopistas, las carreteras secundarias y los caminos de tierra de  las hipérboles. El término medio le sugería mediocridad. Las generalizaciones defectuosas e inflexibles constituían el andamiaje de su existencia.
Él, a pesar del supuesto deseo, no había visitado  paisaje nevado o desértico alguno. Desconocía que la realidad es apariencia que requiere interpretación. Ignoraba que  él  vocablo nieve en su boca, era un racimo de cuarenta términos en el decir esquimal; no era consciente que al mirar el desierto, donde él veía dunas de arena el pueblo tuareg veía otras muchas cosas.
Él estaba en medio de un atasco. No solo de tráfico. Buena semana.


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