Él miró el fuerte romper de las olas en la playa de arena negra, cielo azul con un velo de calima y acantilados imponentes que bajaban de la cumbre a margullar en el mar.
Él se percató de sonidos propios del lugar; se sentía fuera de juego en medio de la naturaleza.
Él, urbanita convencido, llevaba el alquitrán en la sangre y en los pulmones. Pero allí, en aquel paraje costero, se detuvo.
Él distinguió el croar de unas ranas alojadas en un hotel rural de renombre; en concreto, habitaban en sus charcas.
Él percibió el fijo discontinuo volar de gaviotas, risco abajo, beso al mar y risco arriba.
Él se sorprendió con la presencia de un cuervo que buscaba su lugar en tan agreste paisaje.
Él compartió el diligente correr de un disciplinado lagarto de talla mediana.
Él, en buena compañía, estuvo un día allí, en silencio, por fuera y por dentro.
Él, recién estrenado el día, había descendido por el lado izquierdo del barranco , en dirección al mar,. Al atardecer, con la fresquita, subió la escarpada ladera por el lado opuesto en dirección a la carretera.
Él, entre bajada y subida, presenció la bajamar y la pleamar, saladas las dos.
Él abandonó el lugar físico pero le hizo espacio en su corazón. Desde entonces cada cierto tiempo, minuciosamente calculado, abandona gozoso la ciudad y desbroza el camino invadido por el rabo de gato, esperando entablar diálogo silencioso con ranas, gaviotas y cuervos; jalea el correr de algún lagarto en su trasmontaña particular; respira el aire mojado y sazonado y se deja agasajar por el mar y el sol. El aprendió a nombrar el verdor que antes simplificaba como plantas. Distinguió, gracias al lenguaje del cariño, tabaibas (y aprendió que las había dulces), orijamas, leñas buenas, melosas, almacigal, palmeras canarias, híbridas, cardones, cardoncillos, tasaigos. Y tras trabar vegetal a palabra, volvía a su hábitat que sentía cada vez menos habitual.
Él, escapada tras escapada, espació cada vez más el regreso a la ciudad. Hasta que llegó el momento en el que de forma minuciosamente calculada, programaba incursiones en la ciudad que se volvieron más y más esporádicas y donde se sentía fuera de juego.Había comprendido que otro era su lugar.Buena semana.
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