Hubo un momento donde el pasado se desvaneció y su recuerdo dejó de acudir a la llamada de cuanta persona lo convocara. El ayer era reinterpretado constantemente merced a la evocación azarosa.
En la ciudad reinaba la confusión, en el campo también, pero sin tanta ansiedad.
Las autoridades se vieron afectadas por la amnesia selectiva y díscola. En poco tiempo se deshizo la legalidad y la legitimidad del poder; su ejercicio y acatamiento fueron a varar a las costas del sinsentido. En el gobierno se discutía, alimentando bucles dialécticos hasta el más mortal sobrepeso mental. Nadie comprendía nada; nadie comprendía a nadie; nadie se comprendía.
Se borró toda huella pretérita. En el imperio de la desconfianza individual y colectiva se asumió internamente que solo era válido el presente. Toda verdad quedó atrincherada en los ángulos obtusos del aquí y ahora que paradójicamente se hicieron eternos. Se repitió lo semejante hasta la saciedad. La gramática del miedo desterró lo alternativo e instauró lo inamovible como oficialidad.
Lo posible era tan intenso que nadie pensaba en lo imposible.
Cada fin de jornada era solo un paréntesis cuyo despedida reiniciaba la jornada anterior, idéntica y perenne.
De la memoria, nadie se acordaba Buena semana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario