domingo, 8 de septiembre de 2019

Nº 108 INSTANTE DE SAL


Aquel anticipo otoñal arrastró consigo un sabor salado que, naciendo en la costa, trepó hasta el quinto piso del recién construido edificio urbano, en un lugar sin mar. Allí habitaba Ernesto. En los recovecos de su boca se instaló el recuerdo de un cuerpo, inevitablemente, salado. Sintió la saliva acudir presurosa e inundar la morada del decir. En unos segundos, su rostro era sal. Lloraba. Echaba de menos a quien fue su amor aunque en su vida actual estaba de más. Sabía que no volverían a encontrarse. Y que poco a poco vendría su deconstrucción para construir su recuerdo. A pesar de que sabía muchas cosas, algunas verdaderas, lloraba. O tal vez lo hiciera precisamente por ello. Mañana sería otro día y este instante líquido correría olvido abajo. Pero ahora era el momento de la pasión del desamor como colofón al amor apasionado vivido.
Después se despejó  el cielo cubierto,  emprendió  furtiva huida el salitre de la añoranza y Ernesto encendió el ventilador para combatir el hastío agobiante de un estío en el que aquel anticipo otoñal arrastró consigo un sabor salado.. Buena semana

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