domingo, 15 de septiembre de 2019

Nº 109 MIRA MERI


Ella se cansó de darlo todo en virtud de un amor ciego que  la dejó a oscuras. Estaba harta de no ser tomada en serio. Empezó a percibirse traslúcida y con el paso del tiempo devino en transparente. Fue un proceso paulatino al que se fue adaptando hasta que desapareció. Lo realmente curioso es que nadie notaba su ausencia . Su entorno la trataba como si estuviera presente. Ella misma vivía en delegación vacía de sí misma. Y así año tras año. Hasta que agotó todas las rutas del ambular automático, rutinario, propio del sinsentido.
Estaba en el mostrador de la oficina municipal cuando el funcionario le preguntó si su nombre terminaba en i griega o latina. Fue escuchar la pregunta y se volvió loca. A todas luces estaba sensible, extremadamente sensible. Y ese momento casual supuso el detonante para que ella se parara a pensar por primera vez no en cómo acababa su nombre sino en cómo estaba acabando su vida. Por su cabeza se paseó la rabia que había acumulado durante décadas y que se había tragado para no molestar .Estalló como lava de volcán y dejó al empleado público perplejo y con la boca abierta.
Se marchó de la oficina con una mirada efervescente que se derramó por el rostro. Fue a su casa, se miró en el espejo y, cual Alicia, lo atravesó y se contempló  de esta forma por vez primera y descubrir un rostro ajeno. Respiró ante esos rasgos desconocidos y lejos de achantarse tuvo el firme propósito de aplicarse en el estudio de la silueta viviente que desde el otro lado del espejo le decía ¡Mira Meri! Buena semana.


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