domingo, 30 de junio de 2019

Nº 98. A PÁRRAFO POR ESTACIÓN

Llega el verano. No el del shakesperiano sueño de una de sus noches. Hace calor. Vaya, vaya, aquí sí hay playa. Mueve tus caderas también cuando algo vaya mal. No soy yo, eres tú. La belleza está en el exterior. El roce deshace el cariño. Nuevas glorias llegando. Viejas glorias marchando. A vivir que son dos días…. qué el mundo se va a acabar. Hoy te quiero más que ayer y mañana, a saber. El fuego quema o purifica en ritos ancestrales reconvertidos por el poder. El orgullo del orgullo. La orfandad desolada del vello de punta, ante la globalización del laser depilatorio. El hastío se asfixia en el estío. El aire engullendo sal con agua y arena.
Llega el otoño. Pero no el que alcanzó al patriarca Aureliano Buendía. La hora se cambia a deshora. Las castañas en batalla contra las calabazas. La vanguardia turronera luciendo palmito en hiper y mercados. Inicio de las rutinas tras su abandono ficticio .La ventolera interna emergente, el silencio externo batiéndose en retirada. Irse de puente en los puentes, tautología viajera. Nuevas glorias llegando. Viejas glorias marchando. La noche asilada en la tarde. El desamor rancio engordando las cifras de la morgue .El día de abril que va a llegar a los finales de noviembre .La niebla empañando los ojos. Lo caduco se deshoja.
Llega el invierno. No solo en Lisboa. Sábanas de franela, extendidas con ilusión, arrastradas con pasión. El gordo navideño cada vez más famélico. El fin del fin para volver a empezar. Control digitalizado envuelto en papel de regalo en la noche monárquica. La paz, paloma cubierta con un sangriento sudario. Trajín carnavalero con sabor a lentejuela .Nuevas glorias llegando. Viejas glorias marchando. El clima, uniformado y radical. Anticipo ansioso de la próxima estación en el tajo británico.
Llega la primavera. No la palaciega de las sonatas del marqués de Bradomín. Las agujas del reloj ahítas de tanto pa’ lante y pa’ tras. La revoltura existencial, a lomos de los alisios. El duelo, disuelto en la muerte y resurrección; o en efímeras estancias en puertos y aeropuertos. La luz brillante paridora del naranja púrpura crepuscular. El libro de fiesta en la Feria. El enrale asomando, primero, el hocico; después, el cuerpo entero. Nuevas glorias llegando. Viejas glorias marchando. Versátiles siluetas de futuribles huellas, perennes o pasajeras. Y de fondo, en cada momento, la banda sonora de cada cual. Buena semana.



domingo, 23 de junio de 2019

Nº 97.ELECCIÓN SOSTENIBLE


Aquella familia tomó posesión en la playa recién concluida la siesta. Desplegaba toallas sobre las que esperar la despedida del sol, los fuegos artificiales y compartir el ritual, que en su entorno era ancestral y con el que, metafóricamente, soltaba el lastre para continuar el viaje de la vida.
Los mayores recordaban cómo aprovechaban esta fiesta, tiempo atrás, para quemar los muebles y trastos a los que ya no les era posible prorrogar la existencia. Compartieron que era tradición mirarse en una palangana con agua para confirmar, si el agua no estuviera turbia, un año mas de vida; así como que las chicas saltaran el fuego para encontrar novio con el que casarse ; e incluso poner tres papas debajo de la cama (una pelada, otra a medio pelar y otra sin pelar ) para adivinar cuán próspera iba a ser el porvenir. ¡Eran tiempos donde la vida se vestía de fragilidad, la manutención femenina pasaba por un buen casamiento y la prosperidad escaseaba! Después, con el pasar de los años, empezó el espectáculo y las aglomeraciones costeras. Y a partir de un momento, engullido por la voracidad de la historia, se desbordó la celebración, reinando el despiste en relación al significado del encuentro festivo: la versión más aceptada era la que unía el nacimiento de San Juan Bautista con el solsticio de verano y por ende, con la noche más corta; dentro del contexto del cambio de calendario, por el que el juliano trocó en gregoriano; por eso, al principio de nuestra era y antes de que se aplicara una corrección, el solsticio de verano podía caer en el 23, 24, o incluso el 25 de junio.
Uno de los peques preguntó por esa palabra tan rara de pronunciar, SOLSTICIO. Y fue una joven del grupo quien le explicó que el solsticio de verano ocurre cuando el Sol, visto desde la Tierra, alcanza su máxima declinación Norte (+23º 27’) y su altura extrema a mediodía apenas cambia durante varias jornadas; solsticio significa SOL QUIETO; es el momento en el que empieza el verano en el hemisferio norte y el invierno en el hemisferio sur. 
También hubo quien recordó cuando se puso de moda tirar objetos y comidas al mar para abandonar el pasado pesado y propiciar un futuro venturoso. ¡Qué facilidad tenemos los seres humanos para dejar nuestro destino en manos de ajenas! - concluía. A lo que apostilló la voz de la socarronería ¡Será en las del personal de basura! 
La familia asistió a la exhibición pirotécnica, que brillaba en el cielo, mar adentro; fue, como era habitual, espectacular; pero por primera vez, silenciosa, en deferencia a las mascotas del lugar; los mayores se bañaron en la orilla, los jóvenes tiraron para el concierto, la chiquillería jugaba. Después, las distintas generaciones, se fueron sin dejar en el espacio que ocuparon ningún añadido a lo que encontraron a su llegada. Bien al contrario, depositaron en la papelera alguna colilla y otros objetos sedentarios no identificados abandonados; restos como rémoras.
Hubo quien se marchó con mas ligereza, hubo quien cargó con su pesadez, cuestión, en ambos casos, de elección. Y cada cual siguió construyendo su vida con los materiales de su elección, depositando sus escombros, también de su elección, en los puntos limpios habilitados para tal efecto. Si era esa su elección. Buena semana.

domingo, 16 de junio de 2019

Nº 96. TODO PUEDE PASAR


El pequeño rasgó el sobre sorpresa con la ilusión maquillándole el rostro. La expectación se aderezaba con gotitas alegres de saliva y una risa nerviosa, chasquido de lengua incluido. No podía cerrar la boca, ni dejar de emitir sonidos estridentes .Los ojos buscaban otra frontera allende las órbitas, El olor a lavanda perfumaba el momento. Las manos, pequeñas y expectantes, se apresuraban a desvestir el regalo sin otra brújula que la curiosidad. Escuchaba su corazón latir. Era domingo. Hacía sol. Era un momento feliz. 
El recuerdo se le pegó por dentro y durante décadas erró el rumbo y se perdió.
De adulto construyó una vida de rutinas marcadas, exclusivamente, por el deber, que le pintó arrugas entristecidas en el ceño. El estatus que saboreaba alejó la lluvia fresca de su boca y la volvió páramo extenso, amargo y silencioso. Los párpados fueron cayendo, cada vez más pesados y le costaba tanto mirar que terminó por no querer ver lo que tenía delante. Envuelto en un aire contaminado desarrolló alergias variopintas que le hacían temer el cambio, en general y el de estación, en particular.. Las manos se especializaron en firmar documentos importantes que engordaban su patrimonio. Asistía a la ópera como parte de su aséptica y poco escéptica vida social pero no logró sentirse atrapado por la pasión que se desbordaba en el escenario. El sístole y el diástole de su corazón le producían indiferencia ya fuera lunes o domingo. Se vivía en una eterna y asfixiante panza de burro.
Y cuando su vida parecía la estricta regla confirmada por la excepción el recuerdo encontró la salida del laberinto del dolor. Y él se halló. Y disfrutó con avidez de la ilusión, la risa, las pupilas despiertas, el olor a lavanda y la sorpresa de un cuerpo femenino que desvestía sin otra brújula que la curiosidad. Atesoró latidos, propios y ajenos; atesoró domingos soleados; atesoró momentos felices sabedor de que en la vida todo puede pasar. Y pasa.Buena semana.


domingo, 9 de junio de 2019

Nº 95 .HUBO UN MOMENTO




Hubo un momento donde el pasado se desvaneció y su recuerdo dejó de acudir a la llamada de cuanta persona lo convocara. El ayer era reinterpretado constantemente merced a la evocación azarosa.
En la ciudad reinaba la confusión, en el campo también, pero sin tanta ansiedad.
Las autoridades se vieron afectadas por la amnesia selectiva y díscola. En poco tiempo se deshizo la legalidad y la legitimidad del poder; su ejercicio y acatamiento fueron a varar a las costas del sinsentido. En el gobierno se discutía, alimentando bucles dialécticos hasta el más mortal sobrepeso mental. Nadie comprendía nada; nadie comprendía a nadie; nadie se comprendía.
Se borró toda huella pretérita. En el imperio de la desconfianza individual y colectiva se asumió internamente que solo era válido el presente. Toda verdad quedó atrincherada en los ángulos obtusos del aquí y ahora que paradójicamente se hicieron eternos. Se repitió lo semejante hasta la saciedad. La gramática del miedo desterró lo alternativo e instauró lo inamovible como oficialidad.
Lo posible era tan intenso que nadie pensaba en lo imposible.
Cada fin de jornada era solo un paréntesis cuyo despedida reiniciaba la jornada anterior, idéntica y perenne.
De la memoria, nadie se acordaba Buena semana.

domingo, 2 de junio de 2019

Nº 94. ADICCIÓN LITERARIA



Él leía mucho. Tanto que a veces no sabía si lo que recordaba era algo vivido en el pasado o la recreación de la lectura, presente o pretérita. Cuando se percató de esta confusión se sintió asustado. Se imaginaba perdiendo la razón trocado en un Quijote luchando contra molinos no sostenibles o atrapado en algún delirio semejante. Curiosamente, en esta recreación en el extravío no estaba acompañado por ningún Sancho Panza, grueso u oblongo.
Él se dijo que tenía que poner remedio a esa amenaza en ciernes, algo así como poner la tirita antes de la herida. Por esto se impuso un horario de lectura fuera del cuál padecía un síndrome de abstinencia tan brutal que se experimentaba viviendo en delegación, testaferro de sí mismo.
Él confió a su entorno el alcance de su adicción y el compromiso con su recuperación. La familia y la gente allegada se apresuraron a apoyar su empeño y diseñaron un plan de salidas compulsivas que le dejaban agotado y con calambres en los pies y con ganas de estar solo y en silencio un rato. Incluso los hijos adolescentes le sometieron a un tercer grado de series imprescindibles en las plataformas digitales, en constante compañía, donde el ritmo era marcado por las temporadas paridoras de cinco a ocho capítulos por camadas. Y realmente estaban tan bien hechas que se le pasaban las horas con el interés cosido a películas alargadas hasta la extenuación donde lo erótico y lo tanático vestían los ropajes de las leyendas, atávicas o futuristas. Se quedaba sin palabras pues el ritmo frenético no daba tiempo a la reflexión pausada.
Él tenía prohibido realizar prácticas de riesgo. Debía evitar caer en la tentación. Así que huyó de las calles en las que habitaban las librerías, auténticos santuarios hacia los que peregrinaba semana sí y semana también, aunque solo fuera por el placer de deslizar su mirada por las portadas recién nacidas. Se alejó, también, del libro electrónico y canceló la cita concertada en su anterior rutina en ese espacio que tanto saboreaba al caer la tarde y que reservaba para el texto que le atrapara de forma especial.
Él, gracias a su constancia, afortunadamente, no cayó en la locura. Aunque sabía que debería estar alerta de por vida, se podía considerar como una persona cuerda. Solo leía los prospectos de los ansiolíticos, analgésicos y antihistamínicos que le acompañaban en las dolencias y alergias que al tiempo brotaron en su nueva vida y que él achacaba a la edad; realmente su lectura le resultaba desagradable, prueba fehaciente de que el riesgo de la recaída era prácticamente nulo.
Él, años después de la extirpación del tumor literario, se despertó aquella mañana, desorientado, no sabiendo si estaba en la primera o última temporada de la serie en la que, a pesar de los títulos de crédito, no se reconocía como protagonista. Buena semana.