domingo, 29 de septiembre de 2019

Nº 111 LÍMITES A LOS LÍMITES



Manuel no supo acomodar lo que quería dejar atrás con lo que llegaba. Actuó como un elefante en una cacharrería y fue sembrando desolación allá por donde pisaba. Su huella hizo brotar dolor y desasosiego a quienes no comprendían ese viraje en su vida.
Manuel no quería causar dolor. Simplemente se ahogaba y pataleó para salir de la ciénaga poblada de arenas movedizas en la que se había convertido su vida. No se le pasaba por la cabeza que dicho paisaje tuviera mucho que ver con su forma de habitar el terreno.
Manuel se relacionaba mal con la empatía.El perímetro de la verdad quedaba marcado por las propias necesidades. No veía más allá. Tampoco comprendía el porqué de las dificultades habituales con las personas de su alrededor. Utilizaba la buena o mala suerte para pensarse y continuar.
Manuel tardó mucho en comprender el sufrimiento que causó.
Manuela no supo conciliar su deseo de tener otra vida sin tantas obligaciones con el entrenamiento de toda una vida en el sacrificio en pro de los demás. Actuó apagando fuego sin refrescar las brasas y fue cultivando confusión allá por donde pisaba. Su huella fue el cimiento de un muro de incomunicación para quienes no entendían que, después de tantos años transparente, se volviera, cuando menos, traslúcida.
Manuela no quería causar dolor. Simplemente dejó de flotar sin avanzar, apenas la cabeza fuera del agua, en el mar de aguas procelosas que conformaba su vida.No se le pasaba por la cabeza que el paisaje en el que se hundía tuviera mucho que ver con su forma de nadar en el líquido elemento.
Manuela se relacionaba mal con la serenidad. El perímetro de la verdad venía dado por los límites del victimismo. No veía más allá. Tampoco comprendía el porqué se tropezaba con tanto verdugo. Utilizaba la buena o mala fortuna para pensarse y continuar.
Manuela tardó mucho en comprender el sufrimiento que causó.
Manuel y Manuela no contaban con límites sanos para relacionarse, tanto consigo mismo como con el resto. Moraban dentro de fronteras difusas, variables, invasivas, hasta que cambiaron cuando aprendieron. Entonces comprendieron que cuando los límites son insanos, hay que ponerles límites. De ahí en adelante, pudieron deshacerse de la piel cuarteada del dolor, tarjeta de presentación en su relación con el mundo. Respondiendo al interrogante que les ubicaría, empezaron a vivir, armonizando lo propio y lo ajeno. La autopsia del hasta dónde les supuso hacer propios los límites de sus límites.Buena semana.

domingo, 22 de septiembre de 2019

Nº 110 TRAVESÍA DE FONEMAS SINIESTROS


Aureliano cerró la ventana pues era hora punta y el tráfico ponía una banda sonora estridente al mediodía del viernes. Se sintió doblemente aliviado: de cristales para adentro, se hizo la calma; y en su mente andaban, al fin, pensamientos mudos que tan pronto como llegaban se iban. Dieciséis años atrás, durante dos décadas,su cabeza alojó un sinfín de palabras ruidosas, frases que le asustaban, mensajes cuya procedencia desconocía y que el resto de sus familiares no escuchaba, ni siquiera oía. Sufrió mucho en aquella adolescencia que no terminó de cuajar, adormecida bajo el efecto de los medicamentos que,muy lentamente, fueron acallando aquel dolor hecho sonido. No comprendía ni se comprendía.No le quedó otra que vivir el momento presente que en nada se parecía al deseado carpe diem. Por el contrario vívía envuelto en el fragor de una batalla dialéctica en modo imperativo, a veces como un rumor: otras como estruendo.Y así, cuatro lustros. Su existencia se agarraba a los escasos momentos de sosiego, que poco a poco fueron creciendo.Buscó en la religión la razón para vivir, como el antídoto a la algabaría que había tomado posesión de su pensar .Apenas podía recordar lo leído o visto minutos antes. Durante veinte años el objetivo de su vida fue silenciar sin silenciarse.Apenas hablaba porque estaba cansado de tanto escuchar.
Aureliano, de constitución robusta, paró su razonar en los 14 años, aunque su cuerpo creció más allá del medio siglo. Y fue entonces, cuando despertara de la pesadilla sonora.Desde entonces solo desea estar en paz.Calificado como enfermo mental recibía una pensión que le administraba la persona que lo acompañó y cuidó en la travesía de los fonemas siniestros: su madre. Sin ser grande ni pequeño, vive en una suerte de limbo cronológico. Su felicidad está en el disfrute de la ausencia de palabra.Es consciente de la fragilidad de la vida.Ha tenido pruebas contundentes de ello. Aprecia la compañía pero no en demasía. Prefiere la de quien, compartiendo espacio y tiempo, le permite retirarse a ese espacio de sosiego, mudo, en el que estar en paz. Buena semana.

domingo, 15 de septiembre de 2019

Nº 109 MIRA MERI


Ella se cansó de darlo todo en virtud de un amor ciego que  la dejó a oscuras. Estaba harta de no ser tomada en serio. Empezó a percibirse traslúcida y con el paso del tiempo devino en transparente. Fue un proceso paulatino al que se fue adaptando hasta que desapareció. Lo realmente curioso es que nadie notaba su ausencia . Su entorno la trataba como si estuviera presente. Ella misma vivía en delegación vacía de sí misma. Y así año tras año. Hasta que agotó todas las rutas del ambular automático, rutinario, propio del sinsentido.
Estaba en el mostrador de la oficina municipal cuando el funcionario le preguntó si su nombre terminaba en i griega o latina. Fue escuchar la pregunta y se volvió loca. A todas luces estaba sensible, extremadamente sensible. Y ese momento casual supuso el detonante para que ella se parara a pensar por primera vez no en cómo acababa su nombre sino en cómo estaba acabando su vida. Por su cabeza se paseó la rabia que había acumulado durante décadas y que se había tragado para no molestar .Estalló como lava de volcán y dejó al empleado público perplejo y con la boca abierta.
Se marchó de la oficina con una mirada efervescente que se derramó por el rostro. Fue a su casa, se miró en el espejo y, cual Alicia, lo atravesó y se contempló  de esta forma por vez primera y descubrir un rostro ajeno. Respiró ante esos rasgos desconocidos y lejos de achantarse tuvo el firme propósito de aplicarse en el estudio de la silueta viviente que desde el otro lado del espejo le decía ¡Mira Meri! Buena semana.


domingo, 8 de septiembre de 2019

Nº 108 INSTANTE DE SAL


Aquel anticipo otoñal arrastró consigo un sabor salado que, naciendo en la costa, trepó hasta el quinto piso del recién construido edificio urbano, en un lugar sin mar. Allí habitaba Ernesto. En los recovecos de su boca se instaló el recuerdo de un cuerpo, inevitablemente, salado. Sintió la saliva acudir presurosa e inundar la morada del decir. En unos segundos, su rostro era sal. Lloraba. Echaba de menos a quien fue su amor aunque en su vida actual estaba de más. Sabía que no volverían a encontrarse. Y que poco a poco vendría su deconstrucción para construir su recuerdo. A pesar de que sabía muchas cosas, algunas verdaderas, lloraba. O tal vez lo hiciera precisamente por ello. Mañana sería otro día y este instante líquido correría olvido abajo. Pero ahora era el momento de la pasión del desamor como colofón al amor apasionado vivido.
Después se despejó  el cielo cubierto,  emprendió  furtiva huida el salitre de la añoranza y Ernesto encendió el ventilador para combatir el hastío agobiante de un estío en el que aquel anticipo otoñal arrastró consigo un sabor salado.. Buena semana

domingo, 1 de septiembre de 2019

Nº 107 JOIE DE VIVRE


Joseph empieza mañana un nuevo trabajo. Ha pasado del medio siglo pero tiene en el estómago una familia de canguros hiperactivos. Está nervioso ante el nuevo contrato. No conoce el lugar ni a sus inminentes colegas. Y esto último es lo que más le preocupa. Cada vez que se encuentra sobrepasado se acuerda de su abuela Enma quien, fiel a su ascendencia canadiense, le repetía hasta la saciedad la frase que aprendió en su infancia y fue el faro de su larga vida: Joie de vivre, la alegría de vivir.
Joseph,con el mantra familias como eficaz coselete, regatea cada uno de los pensamientos que agranda torpezas y destruye fortalezas hasta que empieza a vislumbrar las oportunidades que le brinda su profesión: olores, sabores, sonidos, miradas, manos y tal vez abrazos que poblarán el tiempo que empieza a contar a partir de mañana. Imagina lo que no está escrito y va brotando na sonrisa enigmática en su rostro , sintiendo que visto así el asunto, la cosa cambia. Como diría su irónica abuela “No me digas que  no”. Buena semana.